Historias de otras vidas II

Sobre el éxito

“Ya no sé lo lejos que he llegado, solamente sé que hace tiempo que he dejado atrás los límites de lo excesivo…” Moitessier

El éxito es un traje, que se quita y se pone según las circunstancias. No es algo que se pueda enrostrar a los demás, es algo muy personal. Creo que no está relacionado con una casa bonita, o un auto nuevo, tampoco con el acumulado de dinero. Yo no creo que Sarmiento Angulo sea exitoso porque tenga dinero, bancos y acciones en otras entidades. El éxito es un concepto fino, sutil y limitado.

Contra esta moda fetiche de la sociedad de masas, opongo la estética del derrotado, esa que trabajé en el poemario “Memoria diaria de un derrotado”: “¿Soy feliz? / Eludo la respuesta a esta condena, / a este mar abierto y sin fondo. / Prefiero pensar en el desierto, / en hombres muertos de sed, / o en la metáfora del oasis / para descartar la gloria / o la egolatría de la abundancia. / Prefiero pensar en la figura del derrotado, / en el atleta que nunca se detiene.”

La estética del derrotado es despreciada en mundo donde el éxito se mide solo por lo que tienes y no por lo que eres, y no es fácil comprender esto si tus ambiciones solo alcanzan el orden límite de la materialidad y si, además, has sido educado para el neo-esclavismo laboral y la obsesiva obtención, o producción de dinero. La estética del derrotado va más allá de la derrota y el éxito, es otra manera de ver y pensar el mundo desde la libertad y la autonomía humana.

En las historias que cuenta Mario Mendoza en “La locura de nuestro tiempo” hay una que se presta fundamentalmente a la deserción voluntaria del éxito: “… Moitessier, era un tipo fantástico, había crecido en Vietnam y navegaba no para competir, sino porque el mar lo conducía a estados místicos… Barbado, con el cabello largo, haciendo meditación sobre su pequeña embarcación, Moitessier lograba conectar su mente con la naturaleza… De hecho, fue el mejor… pero cuando iba a poner la proa hacia el norte para regresar a Inglaterra y ganar… prefirió seguir derecho, ir más allá de lo previsto, navegar porque sí, libremente, y terminó… convencido de que esa vida civilizada que lo estaba esperando en Europa no tenía nada que ver con él.”

Y mientras algunos pretenciosamente se creen exitosos hay miles de seres humanos que les ha tocado luchar duro contra los vientos huracanados de la vida, han pasado hambre y miles de calamidades, han sobreviviendo a la injusticia y a su propia oscuridad como héroes anónimos de una historia aparte de las luces de la prensa.

En las historias modernas contadas por la prensa, que incluye la vida de deportistas, políticos, intelectuales, reinas, modelos, actores, etc., el triunfo es apenas un adiós, porque luego nadie se acuerda de nada, y el olvido es el monstruo que devora la insignificancia, lo banal y lo inocuo del triunfo. Creo que la derrota tiene mayor profundidad filosófica en la vida de un individuo, no le debe nada a nadie, no requiere de los aplausos del público y sobrevive en medio del silencio y la soledad. Es el aguafiestas del círculo. Es la virtud de la resistencia ante tanta porquería banal.

Esto último no significa que cualquiera asuma en su vida diaria la estética del derrotado. No. Se requiere “… una zona de pureza incontaminada, una zona donde está lo mejor de nosotros mismos.” (ver el libro citado de Mario Mendoza)

En mi poema La condena del diecinueve de setiembre, la muerte lo resuelve todo, no deja espacio para las felicitaciones: “Hay que esperar que lo consuma la muerte: Todo. / La tierra llamándolo a gritos para la mortaja y el banquete / o la furia ciega de los gusanos. / Esperar que todos oigan los silencios. / Ver caer la tarde mientras las almas ensamblan las penas / y los cuerpos furiosos por la fiebre del clima / respiran por los poros y la paciencia del dolor. / No saber qué hacer, / por lo menos pisarle los clavos a la alegría / y llorar por nada hasta que se seque el alma. / Hablar de alfombras, martillos, / de cualquier cosa. / Son las cuatro de la tarde: hora del viaje. / Y todos viajando en la caja mortuoria. / Da los mismo: ahora o mañana.”

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