Frente a Linda el balón, el equipo, los guayos y el estadio. ¡Ah! Y la vida, su vida de niña pobre del corregimiento Villagorgona, del Valle del Cauca. Hasta cuando logró con el resto del equipo de la selección Colombia la hazaña del subcampeonato mundial de fútbol FIFA, algo nunca logrado por ninguna selección futbolística en la nación.
Los deseos de ganar de Linda contradicen a Menotti, quien decía que el fútbol era el único sitio donde le gustaba que lo engañaran. La pasión de Linda Caicedo por el balompié está en el juego, pero también en la fantasía del triunfo. Ganar para ella no es otra mentira más de la vida. La gloria son los goles.
Las imágenes de su rebeldía por no alcanzar la máxima estrella del campeonato mundial de fútbol femenino en la India, son apenas gemidos del alma. Creo que recostarse a llorar en unos de los verticales del arco del estadio hindú, Di Patil de la ciudad de Navi Mumbai, es de alguna manera el arrebato de la derrota, inconcebible, inaceptable a sus diecisiete años. Su genialidad futbolística va de la mano del carácter lúdico de su vida, porque Linda no es amiga de la derrota.
La imagen del juego contra la selección de Nigeria, aquella donde les hace el gol, confirma sus habilidades con el balón. Sola frente al arco rival, se obliga en milésimas de segundos a decir qué hacer. La portera intenta cerrarle todos los espacios. Sin embargo, ella, más rápida, vuela el balón por encima del cuerpo adversario. Y lo hace para explotar nuestra alegría y la fe en el porvenir. Nos faltaba la selección española.
Estábamos acostumbrados a perder y a rendirle honores a la derrota. Perder es ganar, diría Maturana, el nuestro, aforismo que nadie comprendió en su tiempo.
Y llegaron estas peladas, con Linda Caicedo a la cabeza, a derrotar la derrota, a voltear patas arriba la maldita filosofía del derrotismo. Antes competíamos para perder, lo llevábamos en la sangre, y todos lo sabíamos, nunca seríamos campeones mundiales de fútbol. Y estas heroínas del territorio patrio dejaron en el botadero nacional la manía de las derrotas.
Esa creo yo, es la razón por la que Linda Caicedo inventa la fantasía del éxito, que es otra forma de echarle agua bendita al maleficio de la derrota.
Y es otra manera, también, de seguir siendo tercamente niña.
Nadie que vea jugar a Linda Caicedo dudará de la niña feliz que ayer se comía el balón y la cancha en el pueblo que la vio nacer y patear una bola.
“El fútbol, escribió, Javier Marías, es la recuperación semanal de la infancia.