Estoy en shock, hay un animal de la calle que no ha dejado de observarme. El vestido no le queda muy bien, su talla quizá viene de las medidas de otro cuerpo. Está casi calvo, su rostro es el de un hombre que acaba venir de la guerra. Su boca no es una boca cualquiera, tiene el rictus del sabor de la sangre ajena y sus cejas están cargadas del color indeleble de la fatal pólvora; parece que nunca ríe, su mirada es tan penetrante como una vainilla de odio. Solo me observa, no se distrae, me devora, me escudriña con la atención del dibujante primerizo. Mi corazón quiere escapar del cuerpo, también mis ojos, mis piernas quieren correr, estoy en shock. Soy yo en el espejo.
