A mí me toca exprimir la memoria para recordar el rostro y nombre de algunos viejos conocidos. He pasado por la vergüenza de reírme y no saber qué decir cuando a menudo paso por algunas de estas extrañas experiencias. Es como si el otro ser que me habita bloqueara mi mente para hacerme pasar una gran pena. Alguna vez me encontraba en el cine y un conocido se me acercó a saludarme, lo hacía de manera efusiva, me abrazaba sin más, y yo en el limbo. Entonces hice una pausa larga intentando adivinar su nombre sin atreverme a preguntárselo. Otro día me encontré con un excompañero de la escuela en el centro de la ciudad de Barranquilla, también fue efusivo y tierno. No pude decirle su nombre mientras él nombraba el mío varias veces. Confieso que tengo problemas serios para memorizar un poema, inicio el trabajo de memorización, pero al día siguiente el otro que me habita lo ha borrado todo de un trancazo. He optado entonces por dejar que la memoria seleccione lo que quiera y ante la imposibilidad de memorizar lo deseado, simplemente recurro a las generalidades del tema, a la abstracción del pensamiento o la razón filosófica. Esto, creo, me puede salvar después de todo.
