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De jóvenes y viejos

Ser joven o viejo es un misterio para todo el mundo. Además, a nadie le importa si estás vivo. Los jóvenes creen que los hombres maduros están ya muertos de algo. Exageran, o les han llenado la barriga y la cabeza de basura antigeriatica. Ellos, los mozos, odian la muerte y algunos la vida. Yo amo la vida. Los jóvenes son indiferentes al guiño de la luna, el provecto la disfruta y se sienta a verle los ojos; el mancebo apenas tiene conciencia de la respiración, el viejo le siente los pasos; el pelao come a toda prisa, el abuelo digiere el verso del plato, le busca el sabor y cree en la paciencia; al joven lo mata la prisa y llega desesperado al lecho del amor, el longevo arde de sabiduría erótica y contempla primero el cuerpo y luego como un pez de agua dulce nada a profundidades desconocidas; el jovenzuelo cree que tiene toda la vida por delante, el hombre centenario tiene conciencia del instante mortal de seguir vivo; el adolescente se queja desesperanzado por las circunstancia de la vida, el abuelo sabe que vivir no es fácil, que todo se repite y espera en la esquina otra vuelta para regresar de nuevo al juego del mundo; el jovencito no piensa mucho, el viejo abandonó el pragmatismo y se metió en los terrenos del pensamiento libre. Él espera, es el de los que juegan con el abecedario y crean nuevos caminos.

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