En el cementerio

Santo Tomás cabe en el puño de la mano de un niño

Sus almas viven prisioneras de sí mismas

Son cadáveres vivientes

Los veo caminar por los lados buscando sentido

Y se dejan encontrar en el parque en la cantina

En la tienda en la iglesia

capturo lo que no se ve

Lo invisible el rostro de los cadáveres

Vivo podrido en medio de un verano infeliz

Paso encerrado en casa huyéndole al ruido

Por las noches la luna llena besa las flores del patio

Los perros aúllan como si los persiguiera el diablo

 En el día hasta las hormigas se aburren

Le pregunto al sol por mi vida por mi podrida alma

Le pregunto por la prisión y lo invisible en los cadáveres

¿Por qué este mundo se pudre solo?

¿Por qué no hay malos olores?

¿Es acaso por la costumbre de vivir al lado del cementerio?

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