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Los ojos del turpial no perdían detalle de lo que observaban. Dos muchachitos recién venidos al mundo se mataban a puñales sin piedad, mientras los mirones que estaban alrededor los veían moverse como si bailaran en una fiesta de carnaval. El pájaro intentó volar, huir de aquel desastre, pero el cazador fue más rápido.

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